viernes, 3 de abril de 2015

14 de Jean Echenoz ( Un minimalismo de máximos)

La tertulia ha propuesto para el mes de abril la novela 14 de Jean Echenoz.
 14 es una novela magistral. Desprendida de sentimentalismos con una prosa elegante, fulgurante y breve. La gran guerra se convierte en una circunstancia crucial, perturbadora, en la que se concentra el horror en gestos mínimos, en ausencias concretas para contar lo absurdo y lo horrible de una guerra. Echenoz demuestra una voluntad de contar lo máximo con lo mínimo, que comienza desde el título. El resultado es una miniatura perfecta, demasiado incluso, un estilizado prólogo para todas las lecturas sobre la Gran Guerra. No hay sordidez en la descripción de la contienda, ni regodeo en escenas trágicas; por el contrario se impone la naturalidad descriptiva y realista de lo que se ve, sin adjetivaciones valorativas, con un uso flaubertiano de la gramática y el ritmo. Es el lector el que añade la valoración de la escena descrita. A través de Anthime y sus tres amigos, Padioleau, Bossis y Arcenel, Echenoz traza un retrato realista del horror de la guerra con ironía, crudeza y precisión. 14 es, sin duda, una muestra de que, a veces, con muy pocas palabras se puede captar la esencia de lo que queremos contar y transmitir un retrato audaz, sencillo pero intenso. Comienza la novela con la celebración de los jóvenes movilizados para la guerra, movilización con la que se encuentra el protagonista que ha salido a dar una vuelta en bici después de comer: “discusiones enfebrecidas, risas desmesuradas, himnos y fanfarrias, exclamaciones patrióticas entreveradas de relinchos”. Anthime ante el clamor de las campanas regresa a su pueblo y en uno de los baches cae al suelo su libro que se abre premonitoriamente por una página en la que se lee: “Aures habet, et non audiet” (Tienen oídos y no oyen), que queda boca abajo en el suelo. Acaba de estallar la Gran Guerra, la Primera Guerra Mundial. Una semana después subían al tren en Nantes y tres días más tarde llegaban a Las Ardenas y recibían sus primeras órdenes: “Si mueren hombres en las guerras será por falta de higiene. Lo que mata no son las balas, sino la falta de aseo, que es nefasta y que es lo primero que deben ustedes combatir. De modo que lávense, aféitense, péinense y nada tienen que temer”.
El lector asiste, de la mano de esos soldados, a la pérdida de la ingenuidad y a la materialización de la tragedia. La ropa comienza a ser insuficiente. La lluvia dobla el peso de las mochilas. Los soldados se entretienen observando el trazado de los aviones en el cielo. La dieta se reduce a latas de carne. Duermen en casas destruidas. Empiezan a oír el sonido del cañón. Y del mismo modo, es decir, sin saber cómo, se ven empuñando bayonetas de otro siglo, acurrucados en las trincheras que no resisten las explosiones, comidos por los piojos, envenenados por los gases. Y la orquesta, que marca el ritmo del combate como en tiempos de Napoleón, queda despedazada por las bombas. Echenoz se entretiene describiendo objetivamente todo aquello con lo que consigo un relato verista, tanto en la ciudad abandonada por los jóvenes soldados como en las trincheras y el campo de batalla. De esta manera conocemos exactamente las clases de zapatos que se fabrican en su ciudad natal, los objetos y útiles que dan lugar a los 35 kilogramos que pesan las mochilas de los soldados, las variadas acrobacias de los aviones “mosquito”, sus multiplicadas actividades en los días de “descanso”.
No hay sordidez en la descripción de la contienda, ni regodeo en escenas trágicas; por el contrario se impone la naturalidad descriptiva y realista de lo que se ve, sin adjetivaciones valorativas. Es el lector el que añade la valoración de la escena descrita. Sin embargo estas descripciones son impresionantes. Así leemos y casi podemos oler el ambiente corrompido por los caballos descompuestos, la putrefacción de los hombres caídos, el olor a orines, mierda, sudor y vómitos. El relato que nos presenta Echenoz no se pierde en la alabanza de lo épico ni tampoco construye un discurso antimilitarista. Le basta con exhibir con sobriedad ante nuestros ojos la realidad cruda de la guerra. El propio Echenoz dice en uno de los más brillantes pasajes: “Habiéndose descrito mil veces, puede ser que no valga la pena demorarse más en esa ópera sórdida y pestilente. Puede ser, incluso, que no sea útil ni pertinente comparar la guerra a una ópera, y menos aún si no nos gusta la ópera y si, como es, es grandiosa, enfática, excesiva, llena de esperas penosas que hacen mucho ruido, y a menudo, a la larga, son bastante aburridas”.
Esta reseña es extracto y compendio de otras que se relacionan:
http://cultura.elpais.com/cultura/2012/10/04/actualidad/1349343927_501981.html
http://garcileon-sinirmaslejos.blogspot.com.es/2014/07/14-de-jean-echenoz-resena.html http://www.elimparcial.es/noticia/131867/Los-Lunes-de-El-Imparcial/Jean-Echenoz:-14.html http://www.valenciaplaza.com/ver/113813/-14---jean-echenoz---la-elegancia-del-apocalipsis--.html https://encuentosydesencuentos.wordpress.com/2014/06/03/14-de-jean-echenoz-anagrama/

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