domingo, 20 de junio de 2010

José Saramago: O ano da morte de Ricardo Reis ( “ Y me dieron el premio nobel….¿y qué? ”) .


“… El año de la muerte de Ricardo Reis es una de las novelas más famosas y mejor consideradas del Nobel portugués José Saramago (1922-2010), una obra al mismo tiempo tierna y estremecedora, que inmortaliza la ciudad de Lisboa y pone en pie la figura de uno de los grandes poetas portugueses: Fernando Pessoa, también conocido como Ricardo Reis o Bernardo Soares, que murió a causa de problemas hepáticos el 30 de noviembre de 1935. Ademas de la natural intertextualidad con la obra pessoana, ya sugerida en el titulo del libro, que anuncia que la historia versara sobre uno de los heteronimos de Fernando Pessoa, en la novela de Jose Saramago tenemos el dialogo explicito, no solo con importantes escritores de la lengua portuguesa, sino tambien con diversos nombres de la literatura universal, como el intertexto de la Biblia y de la Historia y los cuentos de Ficciones de Borges, en especial el "Examen de la obra de Herbert Quain", con su recurrente laberinto
Saramago recoge uno de los cabos sueltos que dejó Pessoa con su muerte y lo pone en movimiento. Podría parecer una osadía por su parte atreverse a encarnar a un ser inventado por otro artista. Sin embargo, Saramago consigue tender un puente invisible entre el poeta soñado por Pessoa y el personaje que recorre, bajo la lluvia, las calles lisboetas de la novela. Saca a Ricardo Reis de su estado de heteronimia latente, le da vida corno personaje en una continuidad sin fisuras y cierra el ciclo con su muerte, permitiendo que descanse, al fin, en paz.
Lisboa es una ciudad en la que todo se distancia, incluso ella misma. Quizá por ese distanciamiento, capaz de articular en torno a ella una sugestión de misterio, la Lisboa de Saramago, reinventando la de Pessoa, nos parece más real que la misma ciudad vivida, habitada. En esta novela se enlazan, con asombrosa habilidad, la sombra de un heterónimo, una "persona" cuya esencia misma es ser precisamente una sombra, y el fondo irreal de un mundo agitado por sacudidas brutales de autoritarismo y crueldad. El amor a la palabra, y el afán de trabajarla en el límite extremo de su expresividad, aproxima la narrativa de Saramago a la poesía. Una búsqueda que despliega ante el lector múltiples posibilidades de interpretación y que da a la prosa un encanto que linda con el misterio de la palabra creadora."
Ricardo Reis, médico de profesión, regresa a Lisboa tras dieciséis años de ausencia. Se ha enterado de la muerte de Fernando Pessoa. Se instala en el hotel Bragança durante aproximadamente tres meses y allí concoce a Lidia, una camarera con la que sostendrá una relación íntima. En el mismo lugar se encuentra Marcenda, una aristócrata que llega, junto con su padre, mensualmente a Lisboa para seguir un tratamiento médico debido a que su brazo izquierdo se encuentra paralizado. Entre estas dos mujeres se mueve Ricardo Reis. Esta novela tiene una característica especial frente a muchas otras de su tiempo: está narrada en todo momento utilizando el presente, salvo quizás en alguna pequeña alusión al pasado histórico. Cuenta también con la ambientación, aunque más bien indirecta, en la Guerra Civil española, pero no es la historia del mundo lo que a José Saramago le interesa plasmar en una novela que está dedicada exclusivamente a dos asuntos: la inmortalidad y descripción mágica de Lisboa, y la inmortalidad de Fernando Pessoa.
 El personaje de Saramago desamarra Lisboa, la sufre húmeda, la recorre inundada, la pasea entumecido para comprobar si sus recuerdos se corresponden con la realidad, y no como "un grabado a buril reconstruido por la imaginación". Reis va y viene, de un recuerdo a un olvido, de una añoranza a una constatación, para acudir a la cita que un destino común le había deparado con el fantasma de su álter ego Fernando Pessoa. Anduvo calles medievales que no han perdido su encanto, puentes nuevos y viejos, contemplando como siempre y como nunca el castillo de San Jorge, el monasterio de los Jerónimos, la Torre de Belém, la Casa de los Picos, las iglesias de la Concepción Vieja y la de Santa Catalina, el hospital de San Luis, donde falleció el poeta, y el cementerio de Prazeres, donde reposan sus restos. Encuentros de vivos y muertos en una ciudad "donde se pierde el Sur y el Norte, el Este y el Oeste, donde el único camino abierto es hacia abajo". Y es justamente hacia allí hacia abajo, fue donde se dirigió Ricardo Reis comprometiendo su vida en amoríos incomprensibles: uno, lujurioso, con una camarera del hotel; otro, platónico, con una doncella lisiada. Pero si la soledad es triste e inevitable, mucho más lo es el olvido. Con esa sabiduría despojada de intereses y prejuicios, que se adquiere cuando ya la experiencia y la madurez no importa porque la muerte se adueñó de todo, Pessoa le comenta a Reis que sabe a ciencia cierta cuanto es el tiempo requerido para que los muertos pasen al olvido: "Son nueve meses, los mismos que pasamos en la barriga de nuestras madres; cada día que pasa nos van olvidando un poco más, y salvo casos excepcionales nueve meses bastan para el olvido total". ..”
Es extracto y compendio de otras reseñas:
 

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