martes, 28 de mayo de 2013

“EL VIENTO DE LA LUNA”, de Antonio Muñoz Molina. Reseña de Emilio Piqueras Gómez

Interiores de un adolescente
EL VIENTO DE LA LUNA
DE ANTONIO MUÑOZ MOLINA
Reseña Emilio Piquera Gómez

Llevaba tiempo deseando volver a toparme con una novela del autor y por unas circunstancias o por otras, he de decir que para desgracia mía, todavía no había puesto en los primeros puestos de mis prioridades lectoras otra de sus obras.

El viento de la luna es una novela bastante bien ambientada alrededor del momento en que el hombre pone por primera vez los pies en nuestro satélite. En ella, el autor nos permite introducirnos en las interioridades de un adolescente, el cual, y mediante la técnica del fluir de conciencia nos va mostrando la vida rural de la España de la época, a la vez que nos descubre las expectativas del muchacho y sus sucesivos descubrimientos sobre la vida.

Neil Amstrong, va a ser el primer hombre que pise El mar de la Tranquilidad, ese polvo lunar virgen durante tantos miles de años, pues nadie lo ha removido, ni tan siquiera el inexistente viento del que, en aquella atmósfera, se carece. Alrededor de las noticias del despegue del cohete espacial, viaje, y amerizaje de la nave en la superficie lunar va a irse desarrollando la historia, mediante la narración a través de los pensamientos que se van produciendo en la mente del adolescente protagonista.

El tema se podría definir como una novela de iniciación o construcción, una Bildungsroman peculiar, pues el formato que escoge es una especie de reclusión que el protagonista elige para sí mismo. Pero los capítulos no dejan de lado la exploración del cuerpo, la vivencia de los cambios adolescentes, el descubrimiento de los placeres con todas sus pulsiones eróticas. Y a la vez, el progresivo distanciamiento del ámbito familiar, la aparición de una cierta jactancia sobre conocimientos que le sitúen por encima de sus progenitores o del entorno próximo. O la rebeldía y la experimental desobediencia, o la crítica hacia distintos estamentos, así como los súbitos cambios de carácter.

La trama que se nos propone es un triple argumento: por una parte la expectativas sobre la vida que se van despertando en el muchacho, en segundo lugar se refleja el retraso sociológico de una vida congelada por la dictadura franquista, y en tercero, una especie de tinte idílico hacía la población de Mágina, en donde destacan algunas de sus figuras familiares como su padre o la tía Lola. El acontecimiento de la llegada a la luna está muy bien ambientado y documentado mediante variados y singulares detalles, siempre narrados mediante el fluir de conciencia del protagonista. Aunque este acontecimiento no sirve sino como excusa para ir desgajando, al unísono, el cómo va abriendo los ojos a la vida el personaje adolescente.

En la narración predomina la primera persona, excepto cuando su pensamiento se traslada hacia alguno de los astronautas, en cuyas escenas narra en segunda. El tiempo cronológico de duración de la novela no va más allá de lo que dura el viaje de ida y posterior alunizaje. El estilo es muy particular, utilizando el curso normal del viaje, mediante el paso lineal del tiempo, y saliendo y entrando en una parte u otra de la vida que le rodea en aquellos momentos o recuerdos de épocas anteriores que surgen a través del pensamiento sobre alguno de los personajes protagonistas. Utiliza pocos diálogos, y quizás por ello se sobrecargue demasiado la novela en largos párrafos de monologados pensamientos. Sin embargo, en otras ocasiones se vuelve más ameno mediante unas acciones descritas acompañados de unos diálogos.

Puede recordarnos otras obras suyas como El jinete polaco o Beatus Ille. Y asimismo, nos puede sugerir estilos de escritores como Salinger, con El guardián entre el centeno, demostrando que también es capaz de conciliar las contradicciones de un adolescente; o asimismo puede recordarnos el estilo de Philip Roth.

La construcción de personajes logra un buen nivel, sobre todo en el joven protagonista, el padre, la tía Lola o el cura progre del seminario. La prosa está muy bien conseguida y se plasman variados detalles en los que se demuestra que el autor o ha vivido los episodios o los siente muy cercanos.

En fin, una historia muy bien llevada. En ella se disfruta de una lectura lograda y bien construida a través del difícil juego de los recuerdos entremezclados con el discurrir de la cotidianeidad. Pero, sobre todo, es meritoria porque el autor pasa con nota el experimento que supone, para todo escritor, el realizar una novela configurada en su totalidad sobre la técnica del pensamiento libre del protagonista.

EMILIO PIQUERAS

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