miércoles, 29 de julio de 2009

Heinrich Heine: Los Cuadro de viajes

"... Heinrich Heine (1797-1856) Poeta prusiano. De origen judío, estudió literatura, derecho y filosofía en Bonn y Berlín; entre sus profesores y amistades se contaron Schlegel y Hegel. De 1822 datan sus primeras composiciones líricas, claramente influidas por Byron y Fouqué. En 1823 publicó Intermezzo lírico, obra unida a dos tragedias (Almanzor y Ratcliff) de la que cabe destacar su vena melódica, y en 1826 la primera parte de los Cuadros de viaje, cuya edición en cuatro volúmenes completó en 1831. Estos primeros textos en prosa conjugan un ferviente lirismo juvenil con una mordaz sátira contra personas e instituciones diversas. La prosa irónica y ágil de esta obra influyó en los autores alemanes posteriores y sentó las bases de un estilo que en un mismo texto fusionaba géneros como la poesía, el relato, el ensayo político, la crónica periodística y la autobiografía. Los Cuadros de viaje recogen las experiencias autobiográficas de los viajes que Heine realizó por Alemania e Italia entre 1823 y 1828, aunque más bien nos ofrecen una especie de vagabundaje interior y no son sino viajes en torno a un único centro: el corazón del poeta. En ellos conviven el profundo lirismo con un sarcasmo inmisericorde, la tierna ingenuidad de canciones y leyendas populares con caricaturas en el más pícaro estilo de Quevedo, la admiración y el entusiasmo por grandes personajes históricos con el resentimiento y la sátira más cruel a la Alemania de su tiempo, el amor sublime con los prosaicos placeres de la carne, la constante burla de Dios, del mundo y del lector con la más sincera compasión por los humildes y los débiles, una notabilísima erudición con una fantasía desmesurada, un chispeante humor con una amargura terrible. Todos estos elementos y muchos más aparecen unos junto a otros sin transición, como los rombos multicolores del gorro de cascabeles de un arlequín, una imagen grotesca que refleja la visión que Heine tiene del mundo y que representa el ideal estético de lo fragmentario, quebrado e imperfecto, tan característico de la literatura moderna. La obra de Heine influyó en el postromanticismo español, en especial en Gustavo Adolfo Becquer. Y esta influencia en nuestros mejores poetas románticos es tan indiscutible como la influencia de Cervantes en Heine y Goethe.
La personalidad de Heine estaba compuesta de elementos claramente incompatibles: una alegría de vivir pagana y una sensibilidad basada en los valores éticos del judaísmo; un amor al romanticismo y un odio a los escritores románticos alemanes de su época a causa de su sumisión a las fuerzas reaccionarias políticas y religiosas; patriotismo germánico y un humanitarismo que alcanzaba al mundo entero; cristianismo nominal y un apego al judaísmo que duró toda la vida. Estos conflictos crearon en Heine el espíritu de desencanto, de burla y de sátira amarga que caracteriza a tantos de sus escritos. Manifestó Borges en varias ocasiones su admiración por Heine. El recuerdo de que en la adolescencia aprendió el alemán leyendo el Libro de canciones, se completa en sus comentarios afirmando la excepcional condición de poeta que reconoció en ese hombre, desgarrado por la doble nostalgia de lo alemán y lo judío. No es improbable entonces que ecos de Heine resuenen en el Poema de los dones. La obra maestra de Cervantes fue para Heine una revelación decisiva. En el capítulo XVI de la sección de sus Cuadros de viaje dedicada a la "Ciudad de Lucca", incluyó el poeta, en trance de defender el quijotismo contra la negativa concepción de ciertas tendencias filosóficas modernas, unas páginas autobiográficas. Ha dejado en ellas constancia de que el Quijote fue su primera lectura de adolescencia y ha explicado el efecto propiamente revelador que tuvo para él la obra: "Yo era un niño y no conocía la ironía que Dios había introducido en el mundo y que el gran poeta había imitado en su pequeño mundo impreso". Se refería así, sobre todo, a la impresión indeleble que produjo en su sensibilidad la imagen de un heroísmo que era objeto de burlas y padecía las llagas corporales. Años después, en extenso ensayo escrito como prólogo para una edición de la novela de Cervantes, insistiría Heine en la experiencia juvenil de la "ironía universal", y exaltaría al escritor español como "fundador de la novela moderna". ..!

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