lunes, 27 de abril de 2009

Antonio Muñoz Molina: El invierno en Lisboa.

"... Antonio Muñoz Molina (Ubeda, 1956) es ya, sin lugar a dudas, nos dice Marta B. Ferrari, uno de los más destacados novelistas españoles contemporáneos. Su nombre suele leerse dentro de una fluctuante lista de escritores pertenecientes a la llamada “narrativa de los ´80”, “novelistas del posfranquismo o narradores del período democrático”, “novelistas de la posmodernidad española” e incluso de la “neomodernidad” (Gonzalo Navajas ), entre los cuales figuran Eduardo Mendoza, Juan José Millás, Luis Landero, Luis Mateo Díez o Javier Marías, entre muchos otros. La extensa obra de ficción narrativa de Muñoz Molina arranca en 1986 con Beatus Ille y prosigue un año más tarde con El invierno en Lisboa ; de 1989 es Beltenebros , reescritura del borgiano Tema del traidor y del Héroe y, de 1991, El Jinete Polaco , considerada su obra de consagración. Su camino literario continúa con dos novelas de menor extensión, Los misterios de Madrid (1992) y El dueño del secreto (1994), parodias de los folletines decimonónicos de Eugenio Sué y Alejandro Dumas. Por esos años comenzó a interesarse por un tipo de literatura ajeno a la novela pero no a la narración y guiado por la lectura de This boy’s life del narrador norteamericano Tobías Wolff concibió el tono y la materia de esa "memoria" o confesión personal sobre los años del servicio militar que fue Ardor guerrero, publicada en 1995. Dos años después con Plenilunio (1997) incursiona en un género de gran actualidad, el "psychokiller". En Carlota Fainberg (1999), el autor experimenta con lo que él mismo denomina “novela de campus”, género típicamente anglosajón, “relato de viajes, narración oral e historia de misterio a lo Henry James”. En ella Muñoz Molina trata de traducir, a través de innumerables guiños de complicidad con un lector competente, la intraducible metáfora del escritor, su creación y la crítica. Porque en esta novela se resitúan, desde una ideología no desprovista de ironía las tan vapuleadas pero no menos conflictivas relaciones centro/periferia sobre el fondo de las “actuales” teorías literarias en torno a la intertextualidad, la deconstrución, la recepción, la guerra de los géneros y los estudios culturales. Las últimas entregas del autor -Sefarad (2001) y Ventanas de Manhattan (2004)- participan, a la vez, de la novela y de la no ficción. El invierno en Lisboa es, ante todo, una novela de amor. Estructurada en veinte capítulos numerados se abre con un epígrafe de Gustave Flaubert, proveniente de La educación sentimental, texto que se retomará en cada una de las despedidas entre los amantes. Desde la modalización elegida, la narración crea la sugestión elegíaca de recrear un tiempo perdido, un pasado irrecuperable, un destino predeterminado. El narrador en primera persona será también un personaje de la historia; si bien no posee nombre propio, es el destinatario de la extensa confesión que le hace Santiago Biralbo acerca de su vida y de su amor por Lucrecia. Toda la novela es un relato oral estructurado al modo de un extenso “flashback”. Así como en El jinete polaco todo el relato partía y volvía al cuarto de los dos amantes, aquí se tratará de una confesión hecha a lo largo de toda una noche en un cuarto de hotel de Madrid. Precisamente por esta modalidad constructiva la novela empieza como si estuviera a punto de terminar; el suyo es un comienzo que es casi la meta. Los sucesivos capítulos irán reconstruyendo nostálgicamente la trama de una historia que abarca 3 o 4 años y en cuyo final confluyen el tiempo del relato con el tiempo del discurso. La acción se irá situando alternativamente en Madrid -tiempo presente-, San Sebastián -pasado más remoto- y Lisboa -pasado reciente. El invierno en Lisboa, novela publicada en 1987, es, nos dice Alejandro Badillo, un buen referente para encontrar las influencias y las claves de la literatura de Muñoz Molina. El leitmotiv de la historia son los encuentros intermitentes, tortuosos, de Santiago Biralbo, un solitario pianista de jazz y Lucrecia, mujer de un contrabandista de obras de arte. En medio de la trama transcurre el jazz como un pensamiento triste, Lisboa como un personaje imaginario que se materializa en una ciudad abandonada y gris; también Madrid y San Sebastián, ciudades descritas con morosidad, a través de un filtro húmedo y nebuloso. Como sucede en la mayoría de las obras de Muñoz Molina la historia tiene mucho de novela negra, pero más allá de la utilización de situaciones criminales, héroes solitarios, la infaltable mujer ubicua, siempre inalcanzable, El invierno en Lisboa tiene como protagonista el peso de la atmósfera que rodea y da profundidad a los personajes. En un homenaje a la película Casablanca, Santiago Biralbo toca el piano todas las noches en el Lady Bird, bar para insomnes regenteado por Floro Bloom, lugar en el que conoce a Lucrecia. El jazz, el humo de los cigarros, la manera en que las notas del piano y del sax llenan el lugar, son suficientes para que el destino de Biralbo y Lucrecia se trastoque y desde ese momento estén condenados a buscarse, a rechazarse, a encontrarse.El invierno en Lisboa es la segunda novela de Antonio Muñoz Molina. Publicada en 1987, obtuvo al año siguiente el Premio de la Crítica y el Premio Nacional de Literatura. Con ella el autor inicia un recorrido sólo insinuado en Beatus Ille (1986), su primera novela, y plenamente confirmado en Beltenebros (1989), en el que deslumbrado por la escritura borgiana y condicionado por su admiración desmedida por la cultura en sus múltiples manifestaciones, escribió novelas que se nutrían casi exclusivamente de música, literatura y cine. "
Esta recensión es extracto y compendio de otras reseñas que se relacionan:

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