domingo, 14 de septiembre de 2008

Gabriel Zaid: Los demasiados libros. Reseña de Francisco Granados

He topado por azar con un librito delgado, de unas 140 páginas, que se titula LOS DEMASIADOS LIBROS del mejicano Grabiel Zaid. Hace unos diez años fue finalista de un premio de ensayo y resulta bastante ameno . Al finalizar su prólogo, el autor, tras hacer un somero repaso de lo que llama la "grafomanía universal", concluye: Tratando de entender la cuestión central, de buscar soluciones, de refutar convencionalismos, mi propia grafomanía me ha puesto en contradicción: añadir uno más a los demasiados libros" Zaid analiza con inteligencia y una desbordante ironía los hábitos culturales que rodean el mundo del libro. Los artículos rebosan ingenio y muestran el conocimiento que tiene el autor del campo editorial. No es un libro para especialistas, pero los especialistas también pueden sacar buenas soluciones para los problemas que aquejan a su sector. El estilo empleado por Zaid es bastante irónico, Emplea muchas frases del tipo: "A medida que aumenta la población universitaria, no aumenta el número de los que leen, sino de los que quieren ser leídos ". La frase me recuerda aquella de Samuel Johnson: "para convencerse de la vanidad de las esperanzas humanas, no hay un lugar más impresionante que una biblioteca pública". Los ensayitos tienen amenísimos títulos, por ejemplo Al lector impenitente,Los demasiados libros,Quejarse de Babel,Los libros y la conversación,La oferta y la demanda de la poesía,Cilicio para autores masoquistas. Una frase me ha intrigado especialmente: "La cultura es una conversación cuyo centro está en ninguna parte." Zaid defiende una publicación selectiva y equilibrada en un mundo en el que el deseo de publicar es superior al deseo de leer. El deseo de publicar resulta ser el deseo absolutista de ser leído: "La humanidad escribe más de lo que puede leer. Si por cada libro que se publica se quedan uno o dos inéditos, se escriben dos o tres millones de libros al año. Sin embargo, un lector de tiempo completo no puede leer más que 200 al año: uno de cada 10.000 o 15.000.¿Sería desable que la humanidad escribiera unos cuantos libros al año, para que todo el mundo los leyera? Soñamos con la atención universal: con el silencio de todos los que callan para escucharnos, de todos los que renuncian a escribir para leernos. La gente que quisiera ser culta, va con temor a las librerías, se marea ante la inmensidad de todo lo que no ha leído, compra algo que le han dicho que es bueno, hace el intento de leerlo, sin éxito, y cuando tiene ya media docena de libros sin leer, se siente tan mal que no se atreve a comprar otros. En cambio, la gente verdaderamente culta es capaz de tener en su casa miles de libros que no ha leído, sin perder el aplomo ni dejar de seguir comprando más. «Toda biblioteca personal es un proyecto de lectura», dice un aforismo de José Gaos. La observación es tan exacta que, para ser también irónica, requiere la complicidad del lector bajo una especie de imperativo moral, que todos más o menos acatamos: un libro no leído es un proyecto no cumplido. Tener a la vista libros no leídos es como girar cheques sin fondos: un fraude a las visitas. Hay una mala conciencia en los clubes de libros. Hay gente que se inscribe como si entrara a un festival de la cultura; pero, a medida que los libros llegan y se acumula el tiempo que hace falta para leerlos, cada nueva remesa, y el montón, se vuelven un reproche muy poco festivo: una acusación de incumplimiento, hasta que rompe con el club, decepcionada y resentida de que le siga enviando libros, a pesar de pagarlos. Por eso, se inventaron los libros que no son para leer. Libros que se pueden tener a la vista impunemente, sin sentimientos de culpa: diccionarios, enciclopedias, atlas, libros de arte, de cocina, de consulta, bibliográficos, antológicos, obras completas. Libros que la gente discreta prefiere para hacer regalos: porque son caros, lo cual demuestra aprecio, y porque no amenazan con la cuenta pendiente de responder a la pregunta: «¿Ya lo leíste?, ¿qué te pareció?» —lo cual demuestra lo mismo. El antieslogan más anticomercial del mundo pudiera ser, en efecto: «Regale un libro: es como regalar una obligación». La humanidad publica un libro cada medio minuto. Suponiendo un precio medio de quince dólares y un grueso medio de 2 centímetros, harían falta quince millones de dólares y 20 kilómetros de anaqueles para la ampliación anual de la biblioteca de Mallarmé, si hoy quisiera decir: Hélas! La carne es triste y he leído todos los libros. Los libros se publican a tal velocidad que nos vuelven cada día más incultos. Si uno leyera un libro diario, estaría dejando de leer cuatro mil, publicados el mismo día. Es decir: sus libros no leídos aumentarían cuatro mil veces más que sus libros leídos. Su incultura, cuatro mil veces más que su cultura. «Es mucho el saber y poco el vivir», dijo Gracián. ¿Y para qué leer? ¿Y para qué escribir? Después de leer cien, mil, diez mil libros en la vida, ¿qué se ha leído? Nada. Decir: yo sólo sé que no he leído nada, después de leer miles de libros, no es un acto de fingida modestia: es rigurosamente exacto, hasta la primera decimal de cero por ciento. Pero ¿que no es quizás eso, exactamente, socráticamente, lo que los muchos libros deberían enseñarnos? Ser ignorantes a sabiendas, con plena aceptación. Dejar de ser simplemente ignorantes, para llegar a ser ignorantes inteligentes. Quizá la experiencia de la finitud es el único acceso que tenemos a la totalidad que nos llama, y nos pierde, con desmedidas ambiciones totalitarias. Quizá toda experiencia de infinitud es ilusoria, si no es, precisamente, experiencia de finitud. Quizá, por eso, la medida de la lectura no debe ser el número de libros leídos, sino el estado en que nos dejan. ¿Qué demonios importa si uno es culto, está al día o ha leído todos los libros? Lo que importa es cómo se anda, cómo se ve, cómo se actúa, después de leer. Si la calle y las nubes y la existencia de los otros tienen algo que decirnos. Si leer nos hace, físicamente, más reales".

No hay comentarios:

Publicar un comentario