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El punto de partida de esta obra de ficción-no ficción es un manuscrito sobre el samurái Hasekura que le dejó al narrador -Mauro Caro- su amigo Fernando Japón antes de morir, junto con el encargo de que la concluyera. Mauro Caro reflexionará a lo largo de la novela sobre el complejo proceso de escritura.
La otra punta del hilo que recorre el texto son unos hechos históricos
"insólitos": dos misiones: la Misión Tesho y la Misión Keisho, y el
malogrado propósito de los españoles de evangelizar el Japón a finales del
siglo XVI y comienzos del XVII. Hay que destacar la minuciosa documentación que
aparece resemantizada por el narrador.
Muchos de los temas que aborda Mauro Caro han sido tratados en la
novela contemporánea, especialmente la reflexión sobre la escritura y el
proceso de escribir; con ello es ineludible pensar en la memoria y los efectos
del olvido, tanto en un individuo como en una colectividad. Uno de los
problemas que enfrenta el narrador son las imposturas de la historia oficial
así como el papel de los responsables de esos engaños y de los que
contribuyeron, voluntaria o involuntariamente, al fracaso del viaje de Hasekura
en una frustrada embajada a Europa. Sanchez Ros menciona causas posibles a la
hora de presentar los hechos, unos hechos casi olvidados: causas que pudieron
ser la negligencia, los intereses encubiertos, o la ignorancia.
Sánchez Ros también relata historias locales, en las que el escritor
hace hablar a los protagonistas o a los testigos - reales o inventados- de los
hechos. Este gesto revela el intento de ir más allá de lo que uno puede
encontrar en la historiografía conocida. Los temas se encuentran relacionados
entre sí debido, sin duda, a la riqueza que contienen. Algunos detalles
temáticos aparecen como insólitos, otros son viajes de la mente humana que
intentan comprender la ambición de
algunos, la violencia de otros, el odio y el mal.
Aunque podría ser definida como novela histórica, sin embargo la
ficción y la no-ficción se suceden y superponen. Por ello, no podemos decir que
estamos ante una novela histórica convencional. La verdad se presenta
contrapuesta a la paradójica condición del ser humano.
El narrador continuamente se cuestiona y reflexiona sobre el pasado en
el presente. Surgen recuerdos, proyectos, anécdotas - no sin una pizca de
ironía paródica.
Estructuralmente se fusionan los borradores de Fernando Japón con
viejos documentos, y fundamentalmente con las premuras del escritor.
Se revelan historias de otra época, costumbres de otras culturas. El
relato recoge, en un movimiento zigzagueante, objetos portadores de una
historia desconocida, recupera saberes antiguos. Conecta, ficcionalmente,
historias actuales personales con hechos antiguos, como si quisiera
demostrarnos que todos es un presente continuo.
El resultado es un texto heterogéneo: una combinación de Historia, con
mayúscula, crónica de viajes, escenas de ciencia ficción, biografías,
reflexiones sobre el sentido de la vida y de la muerte. La historia de Hasekura
no tiene una sola versión, hay tantas versiones como puntos de vista de los
personajes. Los grandes eventos son reales, pero los detalles son producto de
la fecunda, incontenible imaginación del autor. Así aparece la narración
fantástica, o el texto epistolar, unido al discurso historiográfico.
Narración y ensayo. Ficción y realidad. Dos planos narrativos en
constante movimiento. Por un lado, los hechos de una compleja historia de
conquista del poder, con una exhaustiva documentación. Y por el otro, la
búsqueda de la voz personal, la voz de Mauro-alter-ego del autor, quien por
momentos está desorientado en medio de ese laberinto al que desea entrar.
Laberinto donde se confunden la historia y la ficción, y que sólo puede
resolver el narrador tachando, borrando, reescribiendo. Al final de cuentas, el
cuaderno de Fernando resulta ser solo un pretexto. Lo importante es el
descubrimiento de la energía creadora en el que se ve envuelto Mauro Caro
después de haber enfrentado al "otro".
El estilo, meticuloso, cuida
hasta el más mínimo detalle, valiéndose de una gran riqueza de recursos. La
reescritura se profundiza con la invención; el espacio y el tiempo se prolongan
y recrean mediante extrapolaciones, yuxtaposiciones; las imágenes fluyen desde
la contraposición o la contigüidad entre tiempos históricos, territorios
geográficos; a veces surge el asombro, la parodia o la ironía.
El homenaje literario se explaya con referencias a Kafka, al Bartleby
de Melville, a Flaubert.
También aparece Borges y su magisterio, y fugazmente Vargas Llosa,
Cortázar, Carpentier, Nabokov, Thomas Mann, o Bioy Casares, entre otros.
Cervantes, Quevedo y Lope de Vega serán invocados en varios episodios
de la novela.
Se trata de desenmascarar (y revestir) a los muchos personajes que
estuvieron involucrados en el fracaso de la embajada de Hasekura.
Para ello es necesario el desplazamiento incesante del narrador a
otras realidades, otros tiempos, ir y venir de Occidente a Oriente.
Los viajes referidos son reales, pero ellos dan lugar a los viajes
soñados, inventados.
Sánchez Ros se embarca en una búsqueda de los nexos secretos entre
cosas, personajes, historias: porque tiene la convicción de que el mundo es un
inmenso tejido de semejanzas y contrastes.
Y ante todo tratar de encontrar una respuesta a la pregunta central:
por qué fue que eso que pasó ocurrió de aquella manera.
Es evidente que al narrador no le interesaba un relato en el que la
sucesión de páginas sólo tuviera como objetivo hacer avanzar la acción.
Sus dudas reflejan esa tensión entre realidad, memoria y ficción.
El viaje del Mauro Caro, físico y mental, tiene la forma de círculos
que producen finalmente espirales, antes que indescifrables laberintos. Este
diseño estructural le permite volver a lo inconcluso y poder ponerse en el
lugar que ocupa el otro.
La memoria tiene un papel relevante: son memorias ajenas tomadas en
préstamo, memorias inventadas o memorias recontadas desde otro punto de vista.
El conjunto, dentro del que hay que destacar los monólogos, los monólogos
interiores, todo está cargado de esa intención de suplementar el sentimiento de
aquel que se ha marchado de un territorio con una esperanza o con una
decepción.
Al comienzo de la novela, Mauro parece estar duplicando no solo la
escritura de los borradores de Fernando Japón sino también su reticencia, su
intención de no escribir. En los cuadernos y notas que le deja su amigo aparece
esa intención superpuesta a vacilaciones, interrupciones, miedos y tachones.
Después de la muerte del amigo, todo eso desaparece porque el escritor se
autoriza ahora a ser él mismo.
Entre otras acciones literarias, Mauro Caro copia e interpola,
compara, o se emociona, recrea libremente, y también líricamente, sus ideas y
sentimientos. Y sobre todo medita, medita sobre las conexiones entre el pasado
y el presente, entre Oriente y Occidente, entre el poder y la ambición, el bien
y el mal, la vida y la muerte.
En conclusión, es una admirable novela sobre la escritura, el
escritor, y la historia.
Susana Jákfalvi
http://www.youtube.com/watch?v=Jq6uBYs2Yzw