"... Tiempo de silencio es una novela del psiquiatra y escritor español Luis Martín Santos. Aunque la terminó a finales de 1960, la novela sólo pudo ver la luz en 1962 con veinte páginas censuradas. En 1981 se publicó la versión definitiva de esta novela, ya sin censuras. En esta novela el autor se aparta de la novela realista, utilizando tres personas narrativas, el monólogo interior, como ya habían hecho Proust o Joyce, la segunda persona y el estilo indirecto libre.
En la sórdida y desalentada peripecia de Tiempo de silencio, una obra que transformó para siempre, elevándolas y abriéndolas al mundo, las aspiraciones de la novela española, se pueden admirar tanto el contenido intelectual como la técnica narrativa y estilo, inspirados en muy heterogéneos modelos clásicos y contemporáneos. Al igual que en el Ulises de Joyce, la descripción de una ciudad contiene también la visión cultural del país: la acción narrativa sirve de soporte a soliloquios, digresiones y descripciones que presentan un panorama de la historia española desde la Edad Media. Luis Martín-Santos parece beber del mejor Baroja a la hora de describir esos personajes abocados a un destino terrible, inmersos en unos acontecimientos que les demuestran su triste condición de granos de arena en un universo desatento a sus creencias o deseos. La peripecia del protagonista es una consecuencia lógica de esa visión social que nos ofrece el autor. Investigador en un laboratorio, hombre de poca fuerza vital y retraído, Pedro se ve impelido por su buen carácter a ayudar al Muecas, un familiar de su ayudante, pero se encuentra de repente tratando de salvar la vida de Flora, una de sus hijas, a la que se le ha intentado practicar un aborto por medios bastante desagradables y que perece ante las manos inexpertas del investigador. Esto acarreará la detención de Pedro y su ingreso en prisión por unas horas, pero también le supondrá la persecución por parte de Cartucho, el querido de la chica, que le cree causante de la muerte. Por supuesto, esta circunstancia terminará de manera trágica, tanto en un sentido físico como moral.
Lo interesante de “Tiempo de silencio” no es su trama, que entronca con otras novelas de corte realista —especialmente, como ya hemos dicho, con Baroja y su trilogía “La lucha por la vida”—, sino la forma de narrar. Martín-Santos se alejó de un estilo propio de la época, sencillo y árido, para armar un libro de resonancias clásicas, con un lenguaje cultivado y complejo, de prolijas descripciones, excursos culteranistas y diálogos empapados de clasicismo. Huelga decir que es una novela difícil en tanto al lenguaje se refiere, si bien la historia que se cuenta es tan sencilla (en su desarrollo narrativo, no en otros planos) como directa. Sin embargo, quizá en la elección por parte del escritor de ese estilo elevado, fuera de lo común para un libro de estas características (al contrario, por ejemplo, de Baroja, que utilizaba un lenguaje mucho más sencillo y campechano), estribe en buena parte el impacto de la obra. Porque Martín-Santos trabaja en dos niveles diferentes: por una parte, usa esa lengua culta y enrevesada como juego, como divertimento, incluso como pequeña distracción para el lector, que ha de mantener una atención constante para no extraviarse en mitad de un pasaje; por otra, ese juego le sirve para ocultar y disfrazar la feroz crítica que se desarrolla en prácticamente cada página de “Tiempo de silencio”. Una crítica de la dictadura que se vivía en el momento de su publicación (1962), pero que iba mucho más allá: una crítica de la naturaleza humana, de la cultura de sus compatriotas, tan mostrenca, tan ramplona; una crítica de una sociedad que se hundía en el fango a través de sus trapicheos políticos, de su falta de ambiciones.
Tiempo de silencio es la primera novela de Luis Martín-Santos (1924-1964) , y estaba destinada a formar, con Tiempo de destrucción, una trilogía que quedó inconclusa. Cuando esta novela se publicó, en 1961, pasó prácticamente inadvertida por la crítica. En sucesivas ediciones fue adquiriendo resonancia entre los lectores, a lo que contribuyó sin duda el panorama monótono y reiterativo de la novela realista de los años 60. Después se ha llegado a una desproporcionada mitificación en la que han jugado razones de índole extraliteraria, como pueden ser sus tesis iconoclastas sobre la situación social española o incluso el hecho de que su autor —director del Sanatorio Psiquiátrico de San Sebastián— muriera trágica e inesperadamente en accidente de automóvil en 1964.
Luis Martín-Santos, al contrario de lo que venía siendo habitual entre los escritores de su generación, no sigue las pautas narrativas de los novelistas italianos o norteamericanos; es Joyce, con su "Ulises", la influencia más fácilmente detectable en la técnica narrativa de "Tiempo de silencio", si bien en su trasfondo laten los ecos de denuncia, rebeldía y testimonio de conciencia adoptados por los autores de la generación del 98.
La novela se presenta como un relato global, integrador, sin otra solución de continuidad que unos espacios en blanco levemente superiores al punto y aparte. Sólo esto viene a indicar un cambio de escenario, de perspectiva, de personaje o de avance temporal de la acción, éste último casi imperceptible ya que todo el acontecer de la novela transcurre en muy breve espacio de tiempo.
Al monólogo interior de los personajes concede el novelista particular atención y no porque sea el único ni siquiera el principal procedimiento narrativo sino porque es a través del monólogo como se expresan las ideas rectoras de esta novela. Piénsese en las páginas finales que cierran el relato, cuando el protagonista pacta con lo que considera su sino funesto comenzando su "tiempo de silencio". Es entonces cuando Martín-Santos pone en su reflexión las premisas y conclusiones que vertebran toda la novela.
Alternan con el monólogo interior la exposición narrativa indirecta e impersonal, marcada por el propósito de distanciamiento; las descripciones de ambientes, llenas de plasticidad; los diálogos escasos y escuetos; ésta es sin duda la forma narrativa más débil de la novela y acusa una cierta rigidez, sin embargo, se aprecia en algunas ocasiones un propósito renovador gracias al empleo de la aposiopesis. Original es el momento en que Dorita se presenta angustiada en la comisaría con la pretensión de ver a Pedro; el diálogo recoge únicamente una parte de la conversación, la del policía, y se silencia lo que dice Dorita, aunque la parte dada encierra claras alusiones al contenido de la omisión.
Como una forma narrativa más se incrustan en el relato breves o menos breves disquisiciones que aspiran a ser filosóficas sin conseguirlo y en las que el autor utiliza el género ensayístico subordinándolo, una vez más, a los propósitos que alientan su novela. Lo que verdaderamente distingue a "Tiempo de silencio" es su barroquismo y el estilo irónico. La prosa es recargada, formada mediante múltiples recursos retóricos y lingüísticos que, generalmente, se supeditan a la ironía.
La retórica de Martín-Santos se ajusta a dos procedimientos: uno se basa en los arreglos sintácticos (anáfora, etc.) y otros consisten en la traslación del significado de las palabras, ya en sí, ya en relación con otras (tropos).
El primer procedimiento es de carácter sintáctico. Por medio de diferentes recursos se establecen nexos entre las palabras, recurriendo a trasposiciones, omisiones, repeticiones o a la extensión de su significado. El período perifrástico, lleno de incisos, es de considerable longitud en "Tiempo de silencio", a veces de varias páginas. Lo característico es que comprenda una larga serie de frases, cuyos términos se van repitiendo a modo de escalones que conducen a un punto culminante; entonces se resuelve la oración pendiente por medio del verbo —que queda a considerable distancia del sujeto— o por medio de la frase subordinada, igualmente distanciada del antecedente. Contribuyen a la longitud de los períodos el empleo de recursos ilativos (polisíndeton, asíndeton) y repetitivos (anáfora, anadiplosis, epístrofe). El quiasmo o inversión de los términos de una cláusula o de una frase paralela también aparece en la novela: "Tranquilamente, dejar pasar el tiempo. El tiempo pasa siempre, necesariamente". A veces toma carácter de antítesis, uno de los procedimientos predilectos del escritor: "Tú no la mataste. Estaba muerta. No estaba muerta. Tú la mataste".
El propósito irónico motiva frecuentemente las piruetas verbales de la novela pero donde mejor se aprecia el estilo irónico-sarcástico-burlesco, es en el empleo de la hipérbole y de su contrapartida la meiosis que se desarrollan en forma de antítesis sostenida contraponiendo lo serio a lo burdo, lo desmesuradamente imposible (aunque grandioso) a lo real (pero insignificante). Este contraste entre lo ficticio y la pobre realidad es una técnica que se usa constantemente en la creación del estilo irónico.Otros recursos que alteran el orden sintáctico son el hipérbaton y la elipsis. Junto a ello se suprimen con frecuencia los signos de puntuación, se desatienden normas de ortografía como por ejemplo la mayúscula para capitales —"madrid, madrid, madrid, en méjico se piensa mucho en ti" p. 281—, etc.
El segundo procedimiento retórico que distingue la obra de Luis Martín-Santos es el uso de tropos y la consciente voluntad de creación y renovación lingüística. El escritor emplea todos los recursos a su alcance, académicos o no, para decir lo que quiere expresar. El vocabulario técnico, científico o médico es considerable a veces con sentido figurado y no pocas veces irónico. En ocasiones emplea arcaísmos ("automedonte") y términos que proceden de productos comerciales ("listerizados"). Martín-Santos acusa una marcada predilección por los neologismos, muchos de origen inglés —"aicecrim con soda"—, otros provienen del francés —"demimondenes"— del latín —"la quiddidad"— o del alemán —"la weltanschauung"—. Frecuentísima es la aglutinación de palabras por medio de guiones, incluyendo a menudo conceptos contradictorios o al menos contrapuestos ("la no-madre-no-doncella" refiriéndose a Florita que acaba de abortar).
La onomatopeya es también parte apreciable de la creación lingüística de este autor: "un chunchún de pretendida estirpe afrocubana" (p. 161) "qué kikirikí ni ladrido a la luna" (p. 119) "traqueteo tracatracatracatraca" (p. 292). Entre los tropos más destacados —ya que son muchísimos los utilizados en esta novela— cabe señalar la metáfora supeditada con frecuencia a efectos irónicos (el abogado que no resuelve nada será catalogado de "ardilla jurídica"); el símil, la metonimia, la sinécdoque, la antífrasis, la sinestesia.
Todo lo expuesto anteriormente es una leve muestra de la base retórica de esta novela. Y como la pirueta verbal llega a ser casi continua la lectura se hace no raras veces lenta y ardua y hay momentos, sobre todo al final de la obra que llega a resultar francamente cansada. Es curioso que un escritor tan antihispánico como Martín-Santos caiga en un vicio hispánico por excelencia: el conceptismo, el alarde verbal, la agudeza a lo Quevedo.
El verdadero propósito de la novela es mostrar lo que —a ojos del escritor— resulta ser la sociedad madrileña en sus diferentes estratos, vistos como compendio del "hombre íbero", del ambiente y del carácter nacional. La sociedad aparece dividida en tres esferas: "una esfera inferior, una esfera media y una esfera superior" que representan la clase baja, la media intelectual y científica, y la alta sociedad constituida por aristócratas de la fortuna y el intelecto. Para examinarlas el autor se vale de la narración de sucesos que coloca en lugares o ambientes determinados, zonas bien delimitadas y separadas en la novela. Así los que se refieren a la esfera aristocrática están asociados con la familia de Matías; la clase media intelectual se mantiene dentro de los límites del café y la clase media científica dentro del Instituto. En el caso del bajo pueblo (aproximadamente una quinta parte del libro) los sucesos ocurren en el barrio de chabolas, en el cementerio o en la pensión donde vive Pedro.
Luis Martín-Santos, como si del ejercicio clínico de su profesión se tratara, vivisecciona estas diferentes esferas para mostrar, con una carcajada, el carácter de sus componentes, el ámbito en que viven y lo que pasa en él. Los frecuentes comentarios humorísticos sobre personajes o sucesos, parecen convertir lo que quiere ser crítica y testimonio social, en materia de burla. Sin embargo tanto los hechos narrados como las apostillas jocosas que les acompañan son únicamente instrumentos para una crítica demoledora, a veces revestida de la amargura de un Quevedo, otras veces semejante a un aguafuerte goyesco. No se trata de una crítica con el propósito de llamar la atención, por ejemplo sobre la situación de un sector de la población para así lograr una mejor comprensión. Las situaciones y personajes representativos del bajo pueblo, de la alta burguesía, del mundo intelectual, de la clase media, etc., que aparecen en la novela, están vistos fundamentalmente como partes de un todo, son diversos factores de un problema que el autor analiza y de las preguntas que se formula: ¿qué es lo que se puede esperar del actual hombre español?. ¿cuál es su perspectiva, su destino? Las respuestas que quedan flotando son desoladoras y amargas.
Haciendo un paralelismo entre el cáncer que para el protagonista resulta ser el más serio flagelo de la Humanidad, el autor quiere evidenciar la existencia en España de otros cánceres corrosivos, tan devastadores como él: la falta de cultura de la sociedad española, la limitación o ausencia de subvenciones estatales para los investigadores, la abulia de un pueblo frente a unas estructuras políticas que no le dejan desarrollarse...La opinión deprimente que a Martín-Santos le merece el carácter nacional va mucho más allá de la visión que Pío Baroja tenía de España. Considera que el ambiente está dominado por una total parálisis, pues en la meseta, dice, "la idea de lo que es el futuro se ha perdido hace tres siglos y medio". El mundo intelectual y científico cae también bajo el demoledor escrutinio orientándose su crítica hacia la burla y el descrédito: la falta de estímulos para la investigación y por otra parte la inutilidad de los escasos frutos conseguidos.
El método de composición de Luis Martín-Santos está regido por el principio de lo típico. La historia de Pedro no aparece como puramente privada, sino representativa; su derrota no se ofrece al lector como inhabitual sino como algo que cae en el campo de las constantes históricas. El monólogo final de la obra posibilita esta interpretación. De forma imperceptible el pronombre en primera persona singular "yo" es sustituido por la primera persona plural "nosotros". Es un sencillo recurso con función amplificativa: la de convertir una historia individual en un hecho "típico" de las generaciones españolas contemporáneas. Así la personal peripecia del protagonista adquiere —por la vía del sofisma— la dimensión de unas consecuencias padecidas por todos, llegando a decir (en ese plural integrador) "somos mojamas tendidas al aire purísimo de la meseta que están colgadas de un alambre oxidado" (p. 292). Es también significativo que al protagonista se le conozca sólo por el nombre de Pedro, sin destacar su singularidad a través de su nombre completo.
Tras el barroquismo de "Tiempo de silencio", su sintaxis dislocada y sus juegos retóricos se oculta un angustioso preguntarse "¿qué somos?", un examen crítico del tiempo histórico que le ha tocado vivir al hombre español actual y, como única respuesta, la conclusión, desengañada y pesimista, de que es un "tiempo de silencio". En realidad, es evidente que la crítica demoledora de Martín-Santos hace aguas por diversos puntos pero es siempre consecuencia de la radical deformación de base: su ignorancia del hombre y del sentido trascendente de la vida.
En primer lugar hay un reduccionismo en la concepción de lo humano que se limita a un juego de pasiones alternadas: la ambición profesional y la sensualidad. Cuando al protagonista le fallan ambas cosas se tropieza con "la nada". El más absoluto nihilismo es la música de fondo de toda la novela. Si en algún momento pudiera parecer que el protagonista del relato ama al hombre y por eso lamenta su situación, pronto se comprueba que tras su aparente filantropía sólo hay un egoísmo que cristaliza en burla cruel. Baste un ejemplo: cuando Pedro se entera que los ratones de sus experimentos se han acabado pero que puede encontrarlos en la chabola del Muecas acude allí con la "esperanza" de que las hijas del pordiosero hayan podido contraer el cáncer y así experimentar con ellas. Su posterior crítica a la difícil situación en la que viven resulta de un manifiesto cinismo.
Otro reduccionismo falso consiste en la equiparación de personajes en: buenos-humillados-oprimidos frente a malos-ociosos-opresores; es éste un enfrentamiento dialéctico de raíz claramente marxista. Otra consecuencia de la reducción materialista del hombre se advierte en el deformado concepto de la libertad que aparece en estas páginas prácticamente anulada. Un ciego determinismo preside la acción de los personajes: seres vaqueados, inermes y víctimas de las circunstancias.
Con esta única obra, Martín Santos se ganó un puesto de honor entre el Olimpo de los novelistas españoles de posguerra. Camilo José Cela, Miguel Delibes, Carmen Laforet, Jesús Fernández Santos, Ana María Matute, Rafael Sánchez Ferlosio, Juan Benet, Ignacio Aldecoa, Gonzalo Torrente Ballester y Carmen Martín Gaite son los nombres más importantes de la novela española escrita durante el franquismo. Luis Martín-Santos nació en Larache (Marruecos) en 1924. Pertenece a la "Generación del Medio Siglo" que Ana María Matute llama "Generación herida". Además de las obras señaladas, es autor de los ensayos: Dilthey, Jaspers y la comprensión del enfermo mental (1955) y Libertad, temporalidad y transferencia en el psicoanálisis existencial (1964). Póstumamente se han reunido diversos textos suyos en el libro misceláneo titulado "Apólogos" (1980)..."
Es extracto y compendio de otras reseñas:
http://www.opuslibros.org/Index_libros/Recensiones_1/martinsa_tie.htm
http://aula2.el-mundo.es/aula/noticia.php/2005/01/10/aula1105350794.html
http://es.wikipedia.org/wiki/Luis_Martín_Santos
http://www.solodelibros.es/15/01/2007/tiempo-de-silencio-luis-martin-santos/ http://www.lecturalia.com/blog/tag/tiempo-de-silencio/
http://luisleante.blogspot.com/2009/04/tiempo-de-silencio.html
http://www.ed-critica.es/libro/tiempo-de-silencio-978848432646 http://www.opuslibros.org/Index_libros/Recensiones_1/martinsa_tie.htm