martes, 25 de enero de 2011

Alice Munro: Las Lunas de Júpiter (El minimalismo femenino)

"...Alice Munro (Wingham, Ontario, 1931) ha escrito nueve libros de relatos, cinco de ellos publicados en España: Las lunas de Júpiter, El progreso del amor, Amistad de juventud, Secretos abiertos y El amor de una mujer generosa, además de una novela, Lives of Girls and Women. Como Margaret Atwood, observa el mundo con ojos feministas y realiza en sus obras un fresco de las actitudes y modos de enfrentar la vida de las mujeres.
  Munro ha sido tres veces ganadora del premio a la ficción «Governor General's Literary Awards», canadiense. En 1998 Alice Munro fue premiada con National Book Critics Circle estadounidense, por El amor de una mujer generosa. En España fue galardonada con el Premio Reino de Redonda en 2005. Alice Munro está considerada la maestra mundial del relato contemporáneo. Según contaba en una entrevista, la autora pretendía escribir novelas, pero siempre había algo incidental en su vida que la interrumpía, y poco a poco, eso la llevó a convertirse en una auténtica maestra del relato. Sus historias tienen la melancolía americana de Carson McCullers, Eudora Welty, Raymond Carver e incluso Richard Ford, pero también la profundidad de los mejores cuentos de Chéjov.
   En los once relatos de Lunas de Júpiter Alice Munro.algunas comienzan nuevas relaciones,otras abandonan matrimonios desunidos, y la mayoría se encuentran en esa ambigua época entre la juventud y la madurez.A todas ellas las une la esperanza de dar con "una nueva deficinición de la suerte".Alice Munro es sin duda una de las narradoras actuales de mayor sensibilidad y sabe reflejar como pocos escritores el delicado entramado de los sentimientos humanos. Los cuentos de Las lunas de Júpiter indagan en la vida de mujeres atrapadas en la rutina, invisibles, abnegadas y aparentemente conformadas con ser un mero satélite del marido o el padre enfermo al que cuidan, pero esperando, siempre, encontrar un instante de pasión, por breve que sea, que devuelva un poco de brillo a su existencia. Munro nos ofrece un catálogo de mujeres al borde del abismo: frías, infieles, insensatas o desesperadas, pero todas tocadas por un pálido rayo de esperanza.
   El modo de narrar de Munro exige tiempo, y sobre todo una actitud lectora especial, apreciativa de los detalles y de la sutileza más que de las grandes explosiones narrativas o los giros sorprendentes. En los relatos de Munro no pasa casi nada: los hay que son casi puramente estáticos, descriptivos, dedicados a pintar un mundo más o menos cerrado. Incluso en aquellos en los que sí pasan cosas, no suelen ser muertes, accidentes, desastres, sino más bien tensiones, sentimientos, decepciones, muchas veces más sugeridos por la acción que propiamente descritos y analizados. Se podría decir que son relatos chejovianos, aunque con menos dramatismo o teatralidad.
  Algunos de los relatos son verdaderamente magistrales, aunque casi siempre dejan un cierto aire de tristeza: "Alga marina roja", "La temporada del pavo", "Accidente", "El autobús de Bardon" o "Prue", tratan de las relaciones amorosas, siempre complejas y siempre  engañosas o escurridizas; "La señora Cross y la señora Kidd", "Historias desafortunadas", "Visitas" o "Las lunas de Júpiter" se refieren a otro tipo de relaciones humanas, entre ellas las familiares, cargadas de matices y de sobreentendidos
  Munro tiene una precisión descriptiva asombrosa, y logra momentos de reconstrucción histórica que parecen recrear al detalle un pasado remoto, esa tarea levemente historicista queda muy en segundo plano frente a la potencia de las anécdotas. Historias en las que el azar, la educación sentimental, los rumores de pueblo y las búsquedas personales terminar por unir o desunir a la gente, por poner a la gente frente al abismo de sus emociones.
  Algo enérgicamente femenino atraviesa su estilo: Munro ha contado varias veces que escribió gran parte de su obra en los intersticios de su tarea doméstica, mientras sus hijas dormían la siesta o mientras su esposo disfrutaba de la sobremesa. Una tensión constante entre la predestinación social y la voluntad personal parece haber nacido de esas rutinas, y al mismo tiempo una solución amorosa a esa tensión parece haber evitado la salida fácil de la rebeldía. Una conciencia trágica de la mujer en el mundo está detrás de las anécdotas que Munro toma, primero, de su infancia y de la historia de su madre –la principal fuente de material de la que se ha servido la escritora en sus primeros libros–, y luego de lo que oye en el pueblo, de lo que le cuentan las personas que la rodean. Sus cuentos tienen una relación clara con aquello que llamamos realidad, con la ventaja de que Munro sabe que aquello que llamamos realidad es oscuro y misterioso. Su principal arma para transmitir esa consternación frente a la densidad de lo que pasa es una adjetivación copiosa pero certera, y el uso reiterado y al mismo tiempo sutil de adverbios de modo, un ejercicio de suma precisión que parece nacer de un respeto sagrado por la imagen, por el modelo, pero también por el retrato emocional de la situación.
  Las historias de amor, el amor fugaz, el deseo, el amor recuperado, la pérdida amorosa dominan estas narraciones, pero si hubiera que elegir un tema omnipresente, aún más poderoso o que condiciona siempre las relaciones que aquí aparecen, sería el paso del tiempo, y el punto de vista de las mujeres. La enfermedad y la muerte en las parejas, envejecer, la infidelidad y su recuerdo a través de los años, las fantasías y el deseo, los hospitales y sanatorios, las fugas, la pasión, la ambición y la traición, las transformaciones insospechadas o los repliegues secretos de la mente, los encuentros inesperados, las afinidades, la religión y las ideologías, las estrategias de supervivencia, la fea realidad y la perversidad del destino, sin escamotear los momentos de rara belleza de la vida. Todos esos elementos contados en escenas cotidianas, atisbos de lo que pudo haber sido, vidas medio vividas (como en el título de Naipaul), en el paisaje de Ontario, con imágenes y personajes intensos que se quedan con nosotros tal vez para siempre.
  Dos adolescentes que mandan falsas cartas de amor y acaban uniendo sorprendentemente al padre de una de ellas con la solitaria ama de llaves; una mujer en tratamiento de quimioterapia a la que un joven tiende un puente inesperado hacia el deseo y la vida; un profesor que enferma tras luchar contra la intolerancia religiosa de una ciudad de provincias; una historia de amor infantil que no llega a realizarse; un intenso momento de infidelidad visto a través del tiempo; el hombre que interna a su mujer en el sanatorio, y para su sorpresa, la ve olvidarle temporalmente y enamorarse de otro interno... Y en medio de todo, la escritura, el oficio de escribir, que asoma de vez en cuando en estas páginas como un sedimento de fondo.
   Es efectivamente un mundo de mujeres, o mejor dicho, una perspectiva de mujeres. Los personajes femeninos muestran su interioridad reflexiva, su capacidad de soñar y de resituar los momentos de su vida en un continuo análisis que se mide con los acontecimientos y el paso del tiempo. Y se trata efectivamente de relatos densos, comprimidos, donde una economía sutil y prodigiosa, adquirida con la experiencia, permite una riqueza de matices y una profundidad que rozan la plenitud de la novela..."

Esta recensión es extracto y reseña de otras anteriores:

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